divendres, 22 d’abril del 2016

Premis XVI Jocs Florals 2016 Prosa en castellà 1r d'ESO.

SERAFÍN LA TORTUGA

Joan Català
1º ESO (primer premio)

Había una vez una tortuga con un gran sueño, que era sentirse libre.  La tortuga de esta historia se llamaba Serafín, y no era como las demás tortugas, era especial. 


Un día en el zoo se rumoreaba, entre las tortugas, que una de ellas saldría de España para irse a Nova York, al zoológico del Central Park.  La tortuga elegida fue Serafín. 

Serafín viajó en avión, pero se mareó y vomitó a un mapache que tenía al lado.  El mapache y Serafín se hicieron amigos.  El mapache hizo que Serafín se diera cuenta de que la vida de un animal era muy difícil.  Este mapache, que venía de la India, también le explicó que en su país creían en otra vida, que significaba que después de morir el espíritu se iba a otro cuerpo, y con suerte al de una persona.  Serafín le dio vueltas a lo que le había dicho el mapache y pensó, que si él moría, con suerte se iría al cuerpo de una persona.

Serafín se quería suicidar pero lo peor era que se quería suicidar a lo grande.  Desde su hábitat se veía un edificio que tocaba las nubes.  Serafín encontró una alcantarilla que conectaba con su hábitat y, no me preguntes como, pero salió.  Al salir vio el edificio y entró por el conducto de ventilación que conectaba con las alcantarillas.  Llegó a lo más alto y se puso en el borde sin mirar atrás.  Se tiró pensando que después de morir, en el cuerpo de algún humano su sueño ya no sería sentirse libre , sino ayudar a los animales. 




EXPERIENCIA EN EL MUSEO DEL PRADO

Aitana Barrio
1º ESO (segundo premio)


Tras finalizar mis estudios de arte, mi primera profesión fue de vigilante de seguridad en el Museo del Prado.  Uno de los días, durante el turno de noche, me fijé en los cuadros de todo el museo y noté que las diferentes obras se volvían más oscuras, los personajes se entristecían y los paisajes se volvían nublados y grises.  Cada día que pasaba las pinturas se volvían más siniestras.

Días más tarde, observando Las Meninas de Velázquez, una de ellas se dirigió a mí y me preguntó por qué la gente las observaba y ellas no podían verse.  Me quedé perpleja.  La Menina añadió que ese era el motivo de su tristeza.

Pasé varias noches pensando cómo solucionarlo, hasta que se me ocurrió llevar al museo un espejo, y mientras las obras admiraban su esplendor en el espejo, yo les explicaba quién era su autor y en qué año fueron pintadas.  Me llevó varias semanas.  Las Meninas, Carlos V, Las Majas Vestida y Desnuda, entre otros agradecieron muchísimo mi labor.  Desde ese momento, y poco a poco, todas las obras iban recuperando sus colores, su alegría, su naturalidad y sobre todo, su belleza.